miércoles, 2 de mayo de 2012

Crucero A.R.A General Belgrano


Los origenes del crucero General Belgrano

El USS Phoenix (CL-46) fue el tercero en llevar ese nombre en la armada estadounidense. Fue botado el 12 de marzo de 1938.
Durante la Segunda Guerra Mundial operó en la costa oeste y se encontraba en el interior de Pearl Harbor durante el Ataque a Pearl Harbor.
El USS Phoenix durante el ataque a Pearl Harbor.
El Phoenix escapó sin daños en medio del desastre y se unió a una fuerza de tarea junto con los cruceros USS St. Louis y USS Detroit además de algunos destructores cuya misión era localizar y neutralizar los portaaviones japoneses lo que resultó infructuoso.
Volvió luego a San Diego en los Estados Unidos y fue comisionado para ir a Australia, donde escoltó a barcos de tropas. Luego estuvo en Java.
En febrero de 1942 sirvió de escolta en Ceilán con un convoy formado también por los barcos USS Langley y el HMS Seawitch.

Estos últimos al retirarse del grupo y partir a toda máquina para llevar algunos aviones que servirían para detener la invasión japonesa de las Indias holandesas, fueron atacados por los aviones japoneses que hundieron al USS Langley y bombardearon al USS Seawitch sin lograr su destrucción. En los meses siguientes, el Phoenix patrulló el océano índico, escoltó un convoy que iba a Bombay y estuvo presente en la evacuación de Java.
Llevó en 1943 al secretario de estado Cordell Hull a Casablanca. Allí fue comisionado en la séptima flota y partió para el Pacífico sur.
El 4 de junio, fuera de la costa noroeste de Nueva Guinea, ocho aviones japoneses atacaron a la fuerza de tarea, compuesta por algunos destructores y los cruceros Nashville y Boise. Recibió bombas de dos de ellos y sufrió las primeras pérdidas humanas de su tripulación. Por la noche recibió el ataque de otro avión y evitó el golpe de un torpedo mientras intentaba cruzar el estrecho entre la isla Biak y Nueva Guinea. Después persiguió sin éxito a un grupo de destructores japoneses.

USS Phoenix (CL-46) bombardeando Cabo Gloucester
El 15 de septiembre de 1944 participó en la ocupación de Morotai en las islas Molucas.
Luego participó en la reconquista de Filipinas y en la Batalla del Golfo de Leyte, específicamente al mando de la flota de Kinkaid, el 24 de octubre de 1944, en el transcurso de la Batalla del Estrecho de Surigao participó con su cañones dirigidos por radar en el hundimiento de los acorazados Yamashiro y Fusō así como del cañoneo del Mogami y tres destructores japoneses (Yamagumo, Asagumo y Asashio).

El 1 de noviembre y el 5 de diciembre de 1944 sufrió nuevos ataques de aviones kamikaze. El 10 de diciembre alcanzó a destruir un avión enemigo a unas 100 millas de distancia. Al dirigirse al Golfo Lingayén descubrió a un submarino enemigo. Éste se defendió lanzando dos torpedos Long Lance que el Phoenix logró evitar.
Desde el 13 de febrero de 1945 se dedicó a apoyar tareas de dragado de minas usando sus cañones para destruir las torres artilleras que disparaban contra los dragaminas desde la playa.

Iba en dirección a Pearl Harbor cuando Japón capituló. Pasó a la flota del Atlántico el 6 de septiembre y a la reserva el 28 de febrero de 1946, donde fue decomisionado. Estuvo 5 años aguardando desguace o venta junto a otros de su clase.


Adquisición argentina

El USS Phoenix fue vendido a la Argentina con otro de su clase (el USS Boise (CL-47)), en octubre de 1951, por la suma de 7,8 millones de dólares. Fue rebautizado ARA 17 de Octubre fecha emblemática del partido justicialista que lideraba el entonces presidente Juan Perón. Perón fue derrocado en 1955, y en ese año el buque, que había sido nave insignia de las fuerzas rebeldes, al mando del almirante Isaac Francisco Rojas y había tomado parte en las acciones de guerra de la revolución, fue rebautizado como General Belgrano (C-4), en homenaje al general y abogado Manuel Belgrano, héroe de la independencia de Argentina que había fundado la Escuela de Naútica en 1799.
En 1967 le fueron implantadas lanzaderas de misiles Sea Cat. Nunca fue dotado de sistemas antisubmarino (ni de sensor ni de ataque).
En diciembre de 1978 participó en la Operación Soberanía, destinada a invadir las islas al sur del Canal Beagle.
Al inicio de 1982 recibió a 120 cadetes navales, y se dirigió en misión de adiestramiento al sur de la Argentina. En la Bahía de Punta Este realizó ejercicios de tiro con toda su artillería.
Servicio en Malvinas


El 12 de febrero de 1982 se dirigió a Puerto Belgrano para el mantenimiento que cada año se daba al crucero. Aunque se habían añadido tecnologías de radar y misiles, el barco estaba en malas condiciones de turbinas y no podía alcanzar más de 18 nudos.
Durante esta puesta a punto recibió la noticia de las crecientes dificultades con el gobierno del Reino Unido acerca de la soberanía de las islas Malvinas. Así los trabajos tuvieron que detenerse debido a la necesidad de emplear a los obreros en la disposición de las demás unidades. El 2 de abril toda la tripulación del crucero fue avisada de la operación anfibia que las restantes unidades de la escuadra realizaron para tomar las islas Malvinas.
El barco recibió el resto de la tripulación para tiempos de guerra, completando 1091 tripulantes y dos civiles que trabajaban en la cantina y que rehusaron dejar el barco, aunque sabían que ahora zarparía en misión de guerra (de hecho ellos fueron de los primeros en morir pues el primer torpedo dio en la zona de la cantina).
El gobierno británico por su parte, tras enviar a dos submarinos nucleares a la zona y preparar el envío de un contingente más importante después, estipuló la creación de una zona de exclusión que comprendería una circunferencia de 200 millas (370 km), centrado en latitud 51° 40' Sur y longitud 59° 30' Oeste (el centro geográfico de las Islas Malvinas).
Zarpó el 16 de abril de 1982 formando parte de la Fuerza de tareas 79 número 3 (GT 79.3) con las siguientes instrucciones:
Zarpar al teatro de operaciones y estacionarse en la Isla de los Estados. Derrota costera (es decir, seguir un rumbo paralelo a la costa) y tratar de velar intenciones.

Tareas:
1_Vigilar los accesos Sur al teatro de operaciones.
2_Interceptar unidades enemigas
3_Disuadir en el marco regional
4_Evitar el contacto táctico con unidades del enemigo dotadas de misiles antibuque.
En caso necesario y de acuerdo con la situación, reabastecerse en la Base Naval Ushuaia.

El barco recibió también orden de navegar en silencio pues unidades británicas podrían encontrarse en las inmediaciones.
El 19 de abril, llegó a la Isla de los Estados. Allí realizó ejercicios de tiro donde se descubrieron problemas en la munición de los cañones antiaéreos Bofors 40 mm. Por eso y por necesidad de reabastecimiento se dirigió luego a la base de Ushuaia.
El 24 de abril zarpó de nuevo hacia la Isla de los Estados. Ese mismo día los argentinos descubrieron a la primera Fuerza de tareas británica que se dirigía al teatro de operaciones. Se trataba de dos portaaviones y siete destructores. El GT 79.3 recibió órdenes de permanecer en la zona de la Isla de los Estados y el Banco Burdwood para interceptar y neutralizar unidades enemigas de acuerdo con las demás fuerzas de tarea. Se unieron a la GT 79.3 (que desde entonces fue llamada Peñón) los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard y el petrolero ARA Puerto Rosales.
Los días siguientes fueron de ejercicios y de continuas misiones de reconocimiento por parte del helicóptero Alouette embarcado en el Belgrano. El 29 de abril recibieron permiso de usar cualquier armamento en contra de las unidades británicas que descubrieran.


Hundimiento del Belgrano

Durante el conflicto de las Malvinas en 1982, Gran Bretaña desplegó 5 submarinos nucleares al Atlántico Sur (Valiant, Conqueror, Courageous, Spartan y Splendid). Estas unidades operaron a las órdenes directas del almirante en jefe de la escuadra submarina con sede en Northwood.
El 26 de Abril el Conqueror patrullaba ya en el área al sudoeste de las Malvinas, algo alejado de la zona prohibida; algo más al norte se encontraba el Splendid, de la clase Swiftsure; el Spartan (de la misma clase que el anterior) operaba dentro de la zona prohibida en misión antisom.
El 1º de Mayo, el Crucero ARA General Belgrano es avistado por el submarino Conqueror, mientras procedía a efectuar una línea de patrulla entre la isla de los Estados y el Banco Namuncurá fuera de la zona prohibida, junto con dos destructores de escolta, el ARA Hipólito Bouchard y el ARA Piedrabuena. El Conqueror envió al comandante en jefe el mensaje del avistamiento mediante un canal de radio vía satélite de absoluta seguridad, recibiendo la orden de tener el contacto con el crucero a la espera de ordenes posteriores.

El Almirante Woodward avisado del avistamiento por el Almirante Fieldhouse, convocó inmediatamente a los oficiales de la sección de planes y operaciones con el objetivo de coordinar la línea de acción mas eficaz a seguir. Una vez adoptada una decisión, el Almirante Sir Terence Lewin en el día domingo 2 de Mayo se dirigió a la residencia de campo del primer ministro en Chequers para comunicarle la reunión del Gabinete de guerra. En esa visita, se pidió formalmente la autorización para atacar y hundir al crucero dentro de las disposiciones operativas encomendadas en su tiempo al Conqueror, alegando el estado de necesidad para justificar esta línea de actuación dado que el Belgrano se hallaba fuera de la zona prohibida.
Durante este tiempo el comandante del Conqueror (Capitán de Fragata Christopher Louis Wreford-Brown) había acechado al Belgrano en inmersión y utilizando el sistema hidrofónico para mantener el contacto. Este sistema permitía seguir los movimientos del crucero y de la unidad de escolta y determinar a una distancia continua, ruta y velocidad en el panel táctico de la central operativa, mediante el trazado de las marcaciones hidrofónicas sucesivas.



Una vez recibida la orden de ataque, los datos obtenidos en el panel táctico relativos a los buques argentinos (que en ese momento se encontraban en el lado occidental de la línea de patrulla y se dirigían hacia el extremo meridional de Tierra del Fuego) fueron insertados en la central de calculo con el objetivo de determinar la solución del problema del lanzamiento contra el principal adversario.
Se eligió como modalidad de ataque una salva de torpedos antibuque Mk 8 en lugar de los modernos filoguiados Mk 24 Tigerfish, debido a que los Mk 8 podían ser lanzados en un abanico de 4 (los Mk 24 solo podían ser lanzados en pareja), aumentándose así la probabilidad de dar en el blanco. De esta forma, mientras el submarino maniobraba lentamente para situarse en posición de tiro, se prepararon los 4 torpedos para el lanzamiento. Para impedir ser localizados, una vez conseguido un impacto, se ordenó graduar los giroscopios para proporcionar a los proyectiles una trayectoria curvada tras el lanzamiento. Una vez alcanzada la posición adecuada y lanzados los torpedos, el submarino interrumpió el contacto descendiendo a una cota aproximada de 300 m para ejecutar la prevista maniobra evasiva de alejamiento a toda velocidad. Se oyeron 2 explosiones de gran intensidad en el aparato hidrofónico, a las que siguieron inmediatamente otras acompañadas de una seria de ondas de choque cuando la unidad de escolta inicio un contraataque con cargas de profundidad y con los lanzabombas tipo Hedgehog, en la zona donde consideraron que podía hallarse el submarino.
A las 16:01 el viejo crucero General Belgrano se sacudió violentamente por el aire al ser impactado por un torpedo. Aún “estando en el aire” recibe el segundo impacto cuyas consecuencias se vieron claramente desde el puente de comando, cuando al caer la gran columna de agua, hierros y maderas, se descubrió la falta de 15 metros de buque. A las 16:23 se decide abandonar el buque ya que nada se podía hacer. A las 16:40 se arrojó el comandante (último hombre en abandonar el buque). Previamente lo había hecho un Suboficial que se mantuvo junto a Héctor Bonzo hasta último momento.


Un golpe al Orgullo Nacional

Aquel fue uno de los ataques más importantes que recibieron las Fuerzas Armadas Argentinas durante la Guerra de Malvinas. Allí murieron los juninenses Daniel Seitín, Alfredo Jurño y el nativo de Baigorrita Miguel Angel Soriano.

De 1093 tripulantes,sólo 770 sobrevivieron. Uno de los rescatistas que tuvo mayor protagonismo en el salvataje recuerda aquella trágica tarde del 2 mayo de 1982.
Ramón Segura nunca se hubiese imaginado lo que estaba pasando. Si bien los años de estudiante de enfermería en la Escuela Naval de Punta Alta lo habían preparado para cualquier conflicto bélico, esto era diferente. Era real. Cuando un torpedo británico hizo retumbar al crucero Bou-chard -uno de los dos que acompañaban al General Belgrano- él estaba intentando dormir muy cerca de la popa del barco. Pero despertó inmediatamente por el estruendo. "Hemos sido atacados" se oía desde los parlantes entre gritos y corridas de los tripulantes. No tuvo tiempo de nada. Tomó el maletín y salió corriendo a la otra punta de la embarcación, lugar donde estarían el capitán y los soldados.



El Bouchard había sufrido un ataque submarino por parte de un Conqueror Británico. A unas pocas millas de ahí, el Crucero General Belgrano que transportaba 1093 soldados argentinos, también recibía tres ataques. Ataques de torpedos que harían que se hundiera en menos de una hora y murieran 323 combatientes. Hoy, a 27 años de aquel suceso, Ramón Segura, uno de los enfermeros encargados del rescate, recuerda aquella expedición orgulloso de haber sido parte de la lucha por la Soberanía Nacional, mientras reivindica a sus compañeros caídos como "los verdaderos héroes de Malvinas".
"Eramos muy jóvenes- cuenta Ramón- yo recién había llegado de Luján de Cuyo, Mendoza, y tenía veinte años. Mis compañeros eran más chicos que yo. Cuando nos dijeron que había una guerra, que habían tomado las Malvinas y que nos necesitaban, nos asaltó un miedo mezclado con alegría y orgullo. Enseguida nos enviaron en grupos de tres a cada uno de los barcos. A algunos les tocó el Belgrano, a mí y a otros dos compañeros, Barrios y Segovia, nos tocó el Bouchard, a otros compañeros Cabello, Córdoba y Rodríguez, el Piedrabuena".


El rescatista cuenta que cuando los mandaron a flota, estaban felices después de todo. En su cabeza resonaba la palabra "vamos a la guerra". La experiencia era vivida con alegría porque para eso se había preparado durante tantos años. Pero hasta no haber estado en combate, no le dio relevancia a los hechos y a la crudeza que conllevaba participar en un conflicto bélico.
El 1º de Mayo fue el inicio de la tragedia. El Belgrano entraría en la zona de exclusión británica: doscientas millas que cercaban la isla y que eran el embudo británico. Todo el que las traspasara sería atacado. Desde las órdenes argentinas, el crucero intentaría dar la ofensiva por esa zona. "Nosotros sabíamos que estábamos en lugar de peligro, pero era nuestro deber. Esa noche el Capitán nos llamó a cubierta y nos dijo unas palabras de aliento que hasta el día de hoy no me las olvido: "Ustedes han llegado a la máxima aspiración que tiene un soldado: luchar por la soberanía nacional. A partir de este momento nuestro destino es incierto. Pero nosotros estamos acá para dar la vida por la Patria ". Esa noche todos entonaron, entre llantos y festejos silenciosos, el Himno Nacional Argentino.

"Estamos en guerra"

Recién con la entrada en la zona de exclusión, aquellos soldados argentinos se sintieron en guerra. Era una noche oscura en el sur y las olas llegaban a los siete metros de altura. Muchos de los jóvenes combatientes vomitaban o tenían diarrea debido a los fuertes movimientos de la embarcación, pero el grupo de enfermería trabajaba para mantenerlos en pie. Todo parecía tranquilo en el interior del Bouchard, la embarcación destinada a ser "la custodia" del Belgrano.
Desde el sonar y el radar no se veía ningún movimiento extraño bajo el agua. Pero un submarino británico estaba cerca, acechándolos. "A diferencia de lo que se dice, nosotros entramos a la zona de exclusión; íbamos a atacar. El sonar nuestro detectaba varias millas, pero el Conqueror de ellos tenía mucho más alcance. Entonces podían vernos y nosotros a ellos no"- relata Segura y cuando habla se aferra al libro "1093 tripulantes" de Héctor Bonzo, el capitán del Belgrano que murió el pasado 22 del corriente mes, como protegiendo su propia historia.
Navegaron durante varias horas esperando que llegase la orden de atacar. Pero no llegaba. Unas horas más tarde, cerca del mediodía, el Jefe de Instrucción se acercó para comentarles que saldrían de la zona de peligro. Que finalmente, no realizarían el ataque. El Belgrano encabezaba la vuelta; detrás el Bouchard y el Piedrabuena. Ya fuera del "cerco británico" comenzaron los ataques. A las cuatro menos cinco de la tarde atacaron al Bouchard pero sólo le rompieron el casco. Pocos minutos después, a las cuatro de la tarde, tres torpedos alcanzaron la embarcación con más cantidad de tripulantes.
Pero las olas no dejaban ver mucho. "Estaba todo negro. Los que pudimos, subimos a la cubierta superior. Pasaban horas y no veíamos nada. Un compañero dijo haber notado que lanzaban una luz blanca desde el Belgrano que significa hombre al agua pero en ese momento no logramos darnos cuenta", relata Ramón. Pero por precaución general y por la complejidad del clima, las otras dos embarcaciones decidieron adelantarse un poco y desde allí llamar al Belgrano. Las radios nunca funcionaron. Del otro lado, la línea había sido cortada.



"El rescate"

"El 2 de mayo a la noche, ya casi en la madrugada del 3, decidimos volver. Nosotros no teníamos nada para hacerle frente al Conqueror, pero teníamos que rescatar a nuestros compañeros" . Ramón Segura recuerda los hechos como si hubiesen sido ayer. Su relato de los sucesos, de los rostros de sus compañeros, la descripción del mar es tan detallada que dibuja perfectamente una parte de la historia de nuestro país.
Mientras se iniciaban las tareas de rescate, el comandante del Belgrano decidió dar la orden de abandonar el barco. Para ello se lanzaron setenta balsas auto-inflables, que podían contener veinte hombres cada una. Algunos botes, sin embargo, llevaban más de treinta soldados. El viento se levantaba y el clima empeoraba haciendo crecer más las olas. El Belgrano se dio vuelta y se hundió una hora después de haber sido tocado.
El Bouchard rescató a 79 tripulantes porque tenía un problema con el motor y no podían detenerlo. Casi no levantó muertos. Estos eran rescatados por el Piedra Buena. "Cuando los sacábamos del agua estaban todos llenos de petróleo. Nosotros los bañábamos con agua tibia y les dábamos ropa. Medíamos la cantidad de muertos por el movimiento de la balsa. Si de cerca no se veía una mano moviéndose era porque no habían sobrevivido. Y era así: en donde hubiese pocos tripulantes, la muerte era segura. Pero donde eran muchos no, porque se daban calor", Ramón se emociona y confirma que la necesidad de corroborar si los amigos, los compañeros estaban vivos, era la constante. Todo pasaba muy rápido. El barco no podía estacionarse. Los amigos no llegaban.
Después, las embarcaciones fueron a Ushuaia. A los soldados con heridas de mayor gravedad se los mandó a Capital Federal. Los otros se quedaron en la isla. Luego del reconocimiento de cuerpos, el Bouchard volvió al mar para comenzar con sus tareas de patrullaje en el sur de la Isla de los Estados hasta el mes de julio.

"Malvinas hoy"

"¿Cómo imaginar un después de Malvinas?", Ramón se pregunta mientras señala la dedicatoria que su compañero de guerra, Juan Carlos Heinze, le dejó en un libro: "El destino nos unió en una situación límite de nuestras vidas, hoy nos une una hermosa amistad".
Luego de volver a tierra firme en julio de 1982, Ramón Segura fue trasladado al Hospital Naval de Río Santiago hasta el año 1991 cuando renunció. Después de desarrollar una vasta carrera como enfermero, hoy se desempeña en el Hospital Neuropsi-quiátrico Melchor Romero. "Los verdaderos héroes de Malvinas son los 323 que murieron aquella tarde del 2 de mayo", asegura sin titubear. "Después de la guerra, sin dudas, quedan muchos silencios. Por eso hoy debemos recordarlos. Porque fue el ataque más fuerte que sufrió el ejército Argentino".
Mientras se prepara para asistir al acto oficial, que este sábado tendrá lugar en el Hospital Naval Pedro Mayo en Capital Federal, esboza su deseo para conmemorar la fecha: "Desde chico siento que Las Malvinas son argentinas y yo estoy orgulloso de haber dado esa lucha. Pero tengo el dolor de que son inglesas, de no tenerlas. Entonces, creo que lo mejor que podemos hacer en estas fechas es recordar a los muertos".

El testimonio del tenor Dario Volonté

Cuando dos torpedos del submarino británico Conqueror alcanzaron el crucero General Belgrano de la Armada Argentina, Darío Volonté sintió que le sacaban el piso, que sus pies no tenían apoyo. Enseguida, el barco se quedó sin luz y le llegó la orden de abandonarlo. Sobrevivió a casi 30 horas de flotar a la deriva en una balsa superpoblada, empapado, con una tormenta feroz y temperaturas bajo cero. Hoy es un consagrado tenor que canta en los mejores teatros del mundo y que se repite a sí mismo, a cada rato, que la vida es ese momento, el presente. "El pasado ya no existe y el futuro no llegó", dice en voz baja, pero contundente.
A las cuatro de la tarde del 2 de mayo de 1982, a más de 200 millas de las islas Malvinas, en el Atlántico Sur , dos torpedos del HMS Conqueror dieron en un blanco: el ARA General Belgrano. Quince minutos después, el barco empezó a hundirse. Tardó sólo una hora. Había 1093 personas a bordo: 770 lograron salvarse y 323 murieron.
Volonté tenía entonces 19 años y era maquinista. Estaba destinado a una caldera y cumplía los turnos de 4 a 8 y de 16 a 20. Recuerda que las guardias eran tranquilas. Lo único que se le viene a la cabeza son conversaciones sobre el conflicto con compañeros: qué pasaría, si entrarían o no en combate.
Cuando explotaron los torpedos en la parte no acorazada del Belgrano, Volonté pensó que habían pegado en la parte superior del barco. "Eso fue lo que me hizo sentir que me sacaban el piso de abajo de los pies", relata. Lo primero que pensó fue que tenía que buscar la salida. "Me la había memorizado. Fuimos saliendo y agarrando gente que estaba herida o con dificultades para salir. Después llegué a mi puesto de abandono del buque y lo siguiente era que la balsa respondiera bien", recuerda.
Era una tarde de tormenta, hace exactamente 30 años. "Tenés que acertarle a la balsa, que se mueve. Todo es rápido, todo es al instante. No hay tiempo...", rememora. Había que alejarse del Belgrano por si se hundía. Cargaron mucha más gente de la que correspondía porque había balsas dañadas. "Nos tocó una para 10 o 12 personas y éramos 22, iba sobreexigida. Dicen que eso capaz nos salvó de que no se diera vuelta. La mayoría de los que estaban en la balsa de al lado murieron porque se les voló el techo y la balsa se dio vuelta...", señala. Volonté cree que ese momento fue uno de los más espirituales que ha vivido. "Tenés que estar ahí porque si no te vas a la mierda", cuenta. Y hace énfasis en el verbo "estar".
Volonté no escatima sensaciones. No sólo vio y escuchó cómo el agua se tragaba al Belgrano y a cientos de hombres, sino que la tormenta no dio tregua y una ola tapó la balsa y los llevó abajo del mar. "Sentís que estás abajo del agua y se te pasa toda tu vida por la cabeza... Estás sujetando el techo y en un momento salís. Inmediatamente tenés la sensación de que te vas a salvar, de que pasaste una", recuerda.
Pero todavía faltaba "pasar" alguna más. Durante la noche, la balsa empezó a desinflarse. No encontraban el inflador ni el pico por donde inflar. "Un compañero que era muy fuerte enganchó con una soga la balsa vacía, la que no tenía techo, y se pasó. «A algún lado tenemos que ir», decía. Cuando volvió no podía hablar del frío. Se hizo un silencio y pensé: «Acá se termina todo». Pero encontramos el inflador, el pico, inflamos.", indica.
"La tormenta nos castigó toda la noche, durante unas 16 horas. Después amainó un poco. Cerca del mediodía pasó un avión e hizo señas de luces bien claras. «Nos vieron, nos vieron, nos van a venir a buscar», gritó un compañero. Y ahí la balsa pasó a ser como un hotel de cinco estrellas", grafica.
"Te salvaste de los cañonazos , pudiste salir del barco, pudiste alejarte con la balsa, te tapa una ola y salís, se te desinfla el barco y salís... Cuando ves el avión, tenés la sensación de que estás en el Sheraton de Tokio más o menos", describe.
El aviso-remolcador Gurruchaga los encontró a las 9 de la noche. Volonté estuvo 29 horas y media arriba de la balsa con sus compañeros. Dice que en el momento no pensó en la magnitud de lo que había sucedido, sino que se dio cuenta cuando el conflicto ya había terminado. "Empezás a vivir, a avanzar, transcurre la existencia. En mi caso, el tema Malvinas se amplificó positivamente: fue como una segunda oportunidad, un segundo nacimiento. El 2 de mayo de 1982 yo nací de vuelta. Soy de Virgo y soy de Tauro, tengo dos signos. Y tengo, increíblemente, características de ambos", cuenta.
Volonté admite que Malvinas y el hundimiento del Belgrano no son temas que tenga siempre presente y sabe que eso es "una fortuna grande". Sin embargo, también es consciente de que buscó sentirse bien a nivel espiritual. "Cuando cierta forma de religiosidad no me dejó satisfecho o no me contestaba preguntas, fui buscando hasta que más o menos las fui obteniendo. Hago lo que puedo, como todos. Pero justamente el tema de Malvinas es eso: una oportunidad. Tengo que vivir lo mejor que puedo", insiste.



El comandante del crucero ARA “General Belgrano” Héctor Bonzo

cap de navío ret. Héctor Elías Bonzo
El capitán de navío retirado Héctor Elías Bonzo, último comandante del crucero ARA “General Belgrano”,
había nacido en la localidad bonaerense de General Rodríguez, el 11de agosto de 1932, ingresó a la Armada como cadete del escalafón Comando General, el 20 de enero de 1947, y se graduó como guardiamarina de la promoción 79º de la Escuela Naval Militar el 5 de diciembre de 1952 integrando.
Luego prestó servicios en los cruceros ARA "La Argentina” y “9 de Julio”, fragata “ARA “Sarandi”, fragata ARA “Libertad”, destructor ARA "Almirante Brown" y rompehielos ARA “General San Martín”.
Fue comandante del aviso ARA “Diaguita” y jefe de la División Avisos y del Comando Local de Control Operativo. También fue agregado naval en Brasil, comandante de la Escuadrilla de Apoyo y Sostén y subsecretario General Naval.
En su carrera fue distinguido con la "Medalla al Mérito Tamandaré", otorgada por el gobierno de brasileño.
Y en 1982 fue el último comandante del crucero ARA “General Belgrano”, hundido por un submarino británico el 2 de mayo, durante la guerra de Malvinas.
Luego del conflicto bélico, contribuyó a organizar la Asociación “Amigos del Crucero General Belgrano”, entidad desde la cual mantuvo el contacto con los miembros de su tripulación y sus familiares, en forma ininterrumpida, a lo largo de 27 años.
Durante ese largo período mantuvo unidos a los miembros de la última dotación, se ocupó de su bienestar y rindió permanente homenaje a los 323 tripulantes caídos en cumplimiento del deber en 1982.
El 22 de abril de 2009 el Cap de navio retirado Hector Elías Bonzo dejaba de existir producto de un paro cardíaco en la Ciudad de Buenos Aires.


Proa a la eternidad

El crucero se contruyó en EE.UU. Fue botado el 12 de marzo de 1938 y bautizado con el nombre de Phoenix.
En 1943 se incorporó a la Armada de EE.UU.
En 1950, EE.UU. ofreció la venta del crucero a la Argentina.
El 12 de abril de 1951 el barco pasó a llamarse ARA 17 de Octubre.
El 22 de septiembre de 1955 fue rebautizado con el nombre de ARA General Belgrano.
El 16 de abril de 1982 zarpó desde la Base Naval de Puerto Belgrano rumbo el teatro de operaciones en Malvinas.
El 19 de abril de 1982 realizó ejercicios de tiro sobre las rocas del lado sur de la Isla de los Estados.
El 22 de abril se aprovisionó de combustible en el puerto de Ushuaia.
El 1 de mayo de 1982 el crucero navegaba fuera de la zona de exclusión sin saber que el submarino nuclear inglés HMS Conqueror lo estaba siguiendo.
El 2 de mayo de 1982, a las 16.01 el Conqueror lanzó tres torpedos contra el crucero. Dos de ellos dieron en el blanco.
El 2 de mayo, a las 17.01 el General Belgrano se hundió.
 

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