El Libertador de América General José de San Martín
José Francisco de San Martín nacido en Yapeyú, Provincia de Corrientes del entonces Virreinato del Río de la Plata, el 25 de febrero de 1778.
Partida a España
El 21 de julio de 1789, a los once años de edad, comenzó su carrera militar en clase cadete en el Regimiento de Murcia en el Ejercito Español, mientras estallaba la Revolución francesa. Luchó en la campaña del norte de África combatiendo a los moros en Melilla y Orán. El 19 de junio de 1793 fue ascendido a subteniente 2°, por sus acciones en los Pirineos frente a los franceses. En agosto de ese año su regimiento, que había participado en las batallas navales contra la flota inglesa en el mar Mediterráneo, se rindió. El 28 de julio de 1794 alcanzó el grado de subteniente 1°, el de teniente 2° el 8 de mayo de 1795, ayudante 2° el 26 de diciembre de 1802 y capitán el 2 de noviembre de 1804.7
Durante el período siguiente luchó con el grado de capitán 2º de infantería ligera en diferentes acciones, en la Guerra de las Naranjas contra Portugal (1802) y en Gibraltar y Cádiz contra los británicos (1804).
Batalla de San Lorenzo
La primera acción militar de San Martín y su recién creado Regimiento de Granaderos a Caballo estuvo dirigida a detener las incursiones con que los realistas de Montevideo asolaban las costas del río Paraná, principal afluente del Río de la Plata y vía de comunicación estratégica para la región.
San Martín se instaló con sus tropas en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo, en el sur de la actual Provincia de Santa Fe. El 3 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300 realistas, se libró el Combate de San Lorenzo, casi frente al convento, a orillas del río.13
Dado que existían aún sospechas acerca de la fidelidad a la causa independentista por parte del recién llegado San Martín, él decidió avanzar al frente de la reducida tropa de granaderos a caballo. Como consecuencia, su caballo fue mortalmente herido y San Martín, aprisionado bajo su cabalgadura, estuvo a punto de ser ultimado por un realista. Le salvó la vida el soldado correntino Juan Bautista Cabral, que antepuso su cuerpo a dos bayonetazos. San Martín lo ascendió post mórtem, por lo que actualmente es conocido como el Sargento Cabral.
Este combate, que por la cantidad de combatientes de ambos bandos podría parecer secundario, permitió alejar para siempre a las flotas realistas que merodeaban por el río Paraná, saqueando las poblaciones.
Gobernador de Cuyo
Monumento a San Martín en la ciudad de Buenos Aires.
En 1814 el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo nombró gobernador de la Intendencia de Cuyo, con sede en Mendoza. Para entonces, su plan ya estaba terminado y aprobado, y a partir de ese momento San Martín comenzó los preparativos para la campaña al Perú.
Al poco tiempo de asumir, llegó allí el coronel Juan Gregorio de Las Heras, que había comandado fuerzas argentinas en Chile, y que se había retirado por las desinteligencias de los patriotas. Lo envió de regreso, para intentar ayudar a los patriotas chilenos contra la ofensiva realista, pero éste llegó poco después del desastre de Rancagua, en el que se perdió la independencia chilena. Sólo alcanzó a proteger el cruce hacia Mendoza de miles de refugiados chilenos.
Los chilenos venían divididos en dos bandos irreconciliables: los conservadores bajo el mando de Bernardo O'Higgins, y los liberales bajo el de José Miguel Carrera.15 San Martín decidió que debía tomar partido rápidamente, y se decidió por O'Higgins. Luego de un intento de desconocer la autoridad del gobernador de Cuyo, el general Carrera fue arrestado, despojado de su mando y luego expulsado de Mendoza.
El plan de San Martín había sido pensado para ser llevado a cabo desde un Chile patriota; con la caída de este país en manos enemigas, el plan parecía destinado a ser desechado. Pero San Martín tomó la decisión de seguir adelante, sólo que primero tendría que liberar Chile.
El 23 de agosto de 1816 nació en Mendoza su única hija, Mercedes Tomasa, quien lo acompañaría en el exilio.
A pesar de la oposición del nuevo director supremo, Carlos María de Alvear, a quien había conocido en Cádiz y que lo había acompañado hasta entonces, se dedicó a organizar el Ejército de los Andes.
Reunió en un solo ejército a los refugiados chilenos, a las milicias locales de Cuyo, gran cantidad de voluntarios de su provincia, y varios oficiales del Ejército del Norte. También pidió y obtuvo que los batallones del Regimiento de Granaderos a Caballo, desperdigados entre varios destinos, le fueran enviados a Cuyo.
Como el director Alvear intentó someterlo a su autoridad, le presentó su renuncia al cargo de gobernador. Alvear envió a reemplazarlo al coronel Gregorio Perdriel, pero los mendocinos lo rechazaron airadamente. De modo que San Martín fue confirmado como gobernador por elección popular.
Visión nocturna del monumento a San Martín en frente al Palacio de La Moneda en Santiago de Chile.
Monumento al Libertador en la ciudad de Paraná.
Poco después del nombramiento como nuevo Director Supremo del general Juan Martín de Pueyrredón, se reunió con él en Córdoba, donde discutieron largamente su plan de campaña sobre Chile y Perú. El 20 de mayo de 1816, Tomás Guido presentaría una Memoria oficial, en la que se exponía detalladamente el plan, que sería aprobada y mandada a ejecutar por el Director.
Presionó a los diputados cuyanos al Congreso de Tucumán para declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, objetivo conseguido el 9 de julio de 1816.
Para financiar su campaña, además de los cuantiosos aportes de Pueyrredón, obligó a pagar «contribuciones obligatorias» a todos los comerciantes y hacendados. A cambio se les extendía un vale, para cobrarlo «cuando las circunstancias lo permitan». En cambio, tuvo muy pocos miramientos para confiscar los bienes de todos los españoles que no se destacaran en la ayuda a la causa de la Independencia.
Formó un gran campamento militar en El Plumerillo, al noroeste de la ciudad de Mendoza, donde actualmente se encuentra el aeropuerto de la ciudad. Allí formó a sus soldados y oficiales, fabricó armas (sables, fusiles, cañones, municiones y pólvora) y uniformes. Tuvo que ocuparse de engordar mulas y caballos, y fabricar y colocarles herraduras.
El jefe de sus talleres, fray Luis Beltrán, inventó un sistema de poleas para pasar los precipicios con los cañones y otro de puentes colgantes, ambos transportables. La sanidad del ejército estaba en manos del cirujano inglés James Paroissien. El coronel Álvarez Condarco se encargó de realizar los planos de los distintos cruces de la Cordillera de los Andes.
Antes de iniciar la marcha, reunió a los caciques mapuches y les pidió permiso para invadir Chile a través de sus tierras. Alguno de estos caciques le hizo llegar esa noticia al Capitán General de Chile, Casimiro Marcó del Pont, por lo que éste creyó que el grueso del ataque sería por el sur, lo que lo llevó a dividir sus fuerzas.
Contrariamente a lo pretendido por Pueyrredón y sus partidarios, entró en correspondencia con José Gervasio Artigas y se negó a distraer su esfuerzo bélico de las campañas emancipadoras en Chile y en Perú para enfrentar a los federales. Por este motivo los unitarios, en particular Bernardino Rivadavia, llegaron a acusarlo de «traidor».
El Cruce de los Andes
El 12 de enero de 1817 se inició el Cruce de los Andes en dirección a Chile. El Ejército de los Andes fue uno de los dos grandes cuerpos militares que las Provincias Unidas del Río de la Plata desplegó en la Guerra de Independencia Hispanoamericana; contó inicialmente con 3 brigadieres, 28 jefes, 207 oficiales, 3.778 soldados (incluyendo a parte16 de los oficiales y soldados chilenos que emigraron a Mendoza después de la batalla de Rancagua), 1.200 milicianos montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 baquianos, 47 miembros de sanidad (para el hospital de campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de 6", 2 obuses de 4 1/2" y 4 piezas de montaña de 4"), 15 empleados civiles, 1.600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9.281 mulas (7.359 de silla y 1.922 de carga).
Con el objetivo de dividir a las tropas enemigas, San Martín ordenó primero el avance de parte de las tropas por los pasos de Come Caballos, Guana, Portillo y Planchón. Estos no eran los pasos elegidos para las columnas principales, sino que los dos primeros se hallaban al norte y los últimos al sur de los realmente seleccionados, que eran los que ya habían sido analizados por José Antonio Álvarez Condarco, o sea, los pasos de Uspallata y Los Patos. Era un avance en varios sectores, en un frente de más de 2.000 kilómetros, a través de una gigantesca cordillera. Con esto se pretendía distraer a las fuerzas realistas de Chile que no sabían en definitiva por donde arribarían, y los obligaba a dividir sus fuerzas y provocar movimientos favorables a la Revolución en zonas alejadas de la capital, Santiago de Chile, entre ellas la dirigida por Ramón Freire hacia Chillán, que llegó unos días antes que las demás y convenció al gobernador realista que el ataque principal sería por el sur.
A partir del 17 de enero de 1817, inició el Ejército de los Andes, el avance de sus columnas principales por los pasos de Los Patos y Uspallata.
Las dos columnas principales estaban formadas por 3.500 soldados, cien baqueanos, mil caballos, diez mil mulas (de las que llegaron cuatro mil), treinta cañones, casi un millón de cartuchos de fusil, varias toneladas de pólvora, y alimento para todos los hombres y animales para un mes de marcha.
Batalla de Maipú
El 5 de abril se produjo la batalla de Maipú, en que fuerzas patriotas obtuvieron una completa victoria. El adversario dejó en el campo de batalla 2.000 cadáveres, cerca de 2.500 prisioneros, todo su armamento y material de guerra. El brigadier O'Higgins, herido en Cancha Rayada, no participó de la batalla; pero se hizo presente una vez finalizada la lucha, montado en su caballo, para abrazar a San Martín y llamarlo "Salvador de Chile".
El escueto parte de la victoria dice:
«Acabamos de ganar completamente la acción. Nuestra caballería los persigue hasta concluirlos. La patria es libre, abril de 1818. San Martín.»
En efecto, con la batalla de Maipú se obtuvo definitivamente la victoria sobre las tropas realistas, asegurando finalmente la independencia de Chile.
El gobierno de Chile lo premió con una vajilla de plata y 6.000 pesos, pero San Martín rechazó ambos regalos diciendo: «No estamos en tiempos para tanto lujo.»
Sin embargo, San Martín tuvo opositores locales, como los hermanos Carrera, líderes de un sector opositor a O’Higgins, que conspiraban contra San Mertín y especialmente contra O'Higgins. Juan José y Luis Carrera fueron arrestados, y José Miguel huyó a la Banda Oriental. Poco antes de Maipú, Juan José y Luis Carrera fueron fusilados en Mendoza por orden del gobernador Toribio de Luzuriaga a instancias de Bernardo de Monteagudo, que poco después volvería a Chile. Desde entonces, José Miguel Carrera intentaría volver a su país para deponer a O'Higgins y juzgar a San Martín por la ejecución de sus hermanos.
Preparativos para una nueva campaña
Luego de la emancipación chilena San Martín se trasladó a Buenos Aires para obtener del gobierno un empréstito que permitiera costear los gastos de la Expedición Libertadora del Perú. Pueyrredón le prometió 500.000 pesos pero luego hubo dificultades para cumplir la promesa debido a las luchas internas entre Buenos Aires y los caudillos federales. Entonces San Martín renunció a la jefatura del ejército. Ante este hecho, el Directorio envió a San Martín 200.000 pesos, y junto a la ayuda financiera obtenida de O’Higgins, ambos lograron armar una escuadra, prácticamente comprada en Gran Bretaña, al mando de Alexander Cochrane.
El Gobierno de Chile determinó que San Martín sería el comandante en jefe de la expedición, que navegaría bajo bandera chilena. Finalmente San Martín fue designado general en jefe del Ejército de Chile, y general del mismo, siéndole conferido ad honorem el grado de Capitán General del ejército de Chile dos días después de ello. Cuando se disponía a reanudar la campaña al Perú recibió la orden del Directorio de marchar hacia el Litoral Argentino con su ejército para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó de plano, y ante la insistencia respondió con el silencio. En febrero de 1820, la victoria del Partido Federal provocó la caída del Directorio de las Provincias Unidas, quedando el país sin gobierno central.21 Esta situación dejó sin respaldo legal su autoridad, por lo que renunció frente a los oficiales argentinos; pero estos, dirigidos por el coronel Enrique Martínez, rechazaron su renuncia.
Finalmente, el 20 de agosto de 1820 partía San Martín junto a la expedición desde Valparaíso hacia el Perú. La expedición estaba constituida por alrededor de 4.500 hombres, pertenecientes al Ejército libertador de los Andes y al Ejército de Chile, de los cuales 1.600 eran marinos. Se embarcaron en ocho navíos de guerra y dieciséis transportes. No se puede especificar a ciencia cierta cuantos soldados argentinos y cuantos chilenos conformaban la expedición y que número prevaleció pero la mayor parte de los oficiales eran argentinos y los jefes navales de orígenes varios, siendo de destacar los británicos entre quienes se encontraba Cochrane, franceses como Hipólito Bouchard y chilenos como Manuel Blanco Encalada.
Independencia y Protectorado de Perú
El 8 de septiembre, el ejército al mando de San Martín desembarcó en la playa de Paracas, cerca del puerto de Pisco, haciendo retroceder al ejército realista, que se replegó a la zona de la Sierra.
El virrey Pezuela, tenía bajo su mando a unos 20.000 soldados, distribuidos por todo el virreinato, de los cuales la mayor parte defendía Lima. Tratando de ganar tiempo para reunir a todos los soldados, planteó una salida diplomática al conflicto, que finalmente no llegó a ningún acuerdo aceptable para San Martín. Éste envió una división al mando del general Juan Antonio Álvarez de Arenales por la ruta de la sierra, para perseguir a las divisiones realistas ubicadas en esa zona y propiciar la insurrección de las poblaciones a lo largo de su trayecto.
San Martín se reembarcó en la escuadra, y en los primeros días de noviembre desembarca en la localidad de Huacho, donde fortificó su posición e inició su estrategia para sitiar definitivamente Lima.
El 29 de enero de 1821 se sublevaron altos oficiales realistas contra el virrey Pezuela, quien renunció a su cargo y fue sustituido por el general José de La Serna, que sería confirmado más tarde como virrey del Perú por la corona. El nuevo virrey propuso a San Martín nuevas negociaciones diplomáticas, las cuales finalmente fracasaron debido a que la propuesta definitiva del general era la independencia del Perú. El sitio de Lima se prolongó por algunos meses; en el mes de marzo arribó al Perú el capitán Manuel Abreu, enviado por el rey de España como emisario pacificador, sin ninguna consecuencia favorable para los independentistas. San Martín decidió iniciar una nueva estrategia y envió dos ejércitos, uno al mando del general Guillermo Miller, para desembarcar en las costas del sur, y otra al mando del general Arenales, hacia la sierra.
San Martín dejó Huacho y desembarcó en Ancón, estrechando el cerco a Lima. Simultáneamente inició nuevas negociaciones de paz, que se realizaron a fines de abril en la hacienda de Punchauca, cerca de Lima; los delegados de San Martín fueron Tomás Guido, Juan García del Río y José Ignacio de la Roza; por parte del virrey La Serna fueron Abreu, Manuel de Llano y Mariano Galdiano. Las negociaciones fracasaron nuevamente.
Pocos días después se pasó a sus filas uno de los más destacados regimientos de las fuerzas del virrey: el regimiento realista Numancia, compuesto de venezolanos y neogranadinos, que había sido formada en Venezuela en 1813 y enviada al Perú tres años más tarde en por Pablo Morillo. Esta deserción en masa desmoralizó al resto de las fuerzas realistas, obligando a De La Serna a abandonar la ciudad el 5 de julio, internándose en la sierra. Esto le abrió las puertas de Lima a San Martín.
Gobierno en Perú
San Martín ocupó Lima y reunió un cabildo abierto el 15 de julio. El día 28, ante una multitud reunida en la Plaza de Armas de Lima, San Martín declaró la independencia y fue nombrado Protector del Perú con autoridad civil y militar.
El retiro
Daguerrotipo de San Martín a los setenta años de edad (1848).
Monumento "Al abuelo inmortal", en Buenos Aires, en que se lo representa junto a sus nietas
Vuelto a Mendoza en enero de 1823, pidió autorización para regresar a Buenos Aires y reencontrarse con su esposa que estaba gravemente enferma. Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno del gobernador Martín Rodríguez, se lo negó argumentando que no sería seguro para San Martín volver a la ciudad. Su apoyo a los caudillos del Interior y la desobediencia a una orden que había recibido del gobierno de reprimir a los federales, le valió que los unitarios quisieran someterlo a juicio.
Al empeorar la salud de su esposa, decidió viajar a Buenos Aires. Al llegar, su mujer ya había fallecido el 3 de agosto de 1823. La lápida de su sepultura, que puede leerse en el Cementerio de la Recoleta, reza: «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín».
Al llegar a Buenos Aires se le acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre (Francia). Tenía 45 años y era generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego de un breve período en Escocia, se instalaron en Bruselas y poco después en París. Su única obsesión era la educación de su hija Mercedes. En 1825 redactó las Máximas para Merceditas, donde sintetizaba sus ideales educativos.
Ofreció sus servicios a las autoridades argentinas con motivo de la guerra con Brasil, sólo después de la renuncia de su despreciado enemigo Rivadavia a la presidencia; pero la guerra ya había prácticamente terminado.
En marzo de 1829 intentó regresar a Buenos Aires, al saber que había vuelto a estallar la guerra civil, permaneció a bordo de incógnito, aunque fue descubierto. Su antiguo subordinado, el general Juan Lavalle, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego, pero ante la imposibilidad de vencer en la contienda, ofreció a San Martín, la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, pero éste juzgó que la situación a que había llevado el enfrentamiento sólo se resolvería por la destrucción de uno de los dos partidos. Respondió a Lavalle que: «el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos». Posteriormente se trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses, para finalmente volver a Europa.
Durante los años que duró su exilio, San Martín mantuvo contacto con sus amigos en Buenos Aires, tratando de interiorizarse de lo que sucedía en su país. En 1831 se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Por esos años tiene lugar su afortunado encuentro con su antiguo compañero de armas en el ejército español, Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, quien, convertido en un exitoso banquero, designó a San Martín tutor de sus hijos, con una generosa paga. Tres años más tarde y gracias al dinero ahorrado trabajando con su amigo y gracias a la venta de las fincas con que lo habían premiado el gobierno de Mendoza y el de Perú, se mudó a una casa que compró en Grand Bourg.31
Recibió la visita de varios personajes americanos, en general jóvenes románticos y liberales, exiliados de su país, como Juan Bautista Alberdi (en 1843) y Domingo Faustino Sarmiento (entre 1845 y 1848), que viajó a Europa por encargo del gobierno de Chile y se encontró con San Martín en Grand Bourg en varias oportunidades. Hasta sus últimos años mantuvo correspondencia con su gran amigo Tomás Guido, quien lo mantenía informado sobre la situación política en América.
Testamento y paso a la inmortalidad
Fechó su testamento ológrafo en París el 23 de enero de 1844, dejando como única heredera a su hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarce que ejercía como embajador argentino en París.
Entre sus cláusulas establecía:
Que Mercedes otorgue a su tía María Elena una pensión hasta su fallecimiento.
Que a la muerte de María Elena le otorgue una pensión a la hija de ésta, Petronila.
Que su sable corvo favorito, el de las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador porteño Juan Manuel de Rosas, «como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla».32
Prohibió la realización de funerales y de acompañamientos hasta el cementerio, «pero sí desearía que mi corazón fuese sepultado en Buenos Aires».
Declaraba como su primer título el de generalísimo del Ejército del Perú.
En marzo de 1848, al estallar la revolución de ese año en París, se traslada a la ciudad costera de Boulogne-sur-Mer, estableciéndose en una habitación alquilada. Allí falleció a la edad de 72 años, a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, en compañía de su hija Mercedes y de su yerno. Según cuenta la leyenda, el reloj de la casa dejó de funcionar a esa hora y aún sigue marcando las 3 en punto.
Lamentablemente, como suele suceder con los grandes hombres, su vida se apagó en una tierra lejana, casi olvidadas sus hazañas y difamado hasta el hartazgo en aquellas tierras que gracias a su entrega tenían la posibilidad de comenzar a transitar un camino libre de las cadenas que hasta hacía un cuarto de siglo las tenían sometidas al más indigno vasallaje. Pero como dijera Mitre: ¨En la vida como después de su muerte, no faltaron apedreadores tras su carro de triunfo o sacerdotes egipcios que en su apoteosis póstuma le hicieran su proceso. Pero el juicio definitivo de la posteridad ha sido pronunciado al fin y podemos asegurar que él será confirmado por los venideros¨.