Alejandro Scomparin corriendo la maratón en Islas Malvinas |
Un corredor realizó una maratón de seis días en Malvinas para llevar un mensaje de paz
Alejandro Scomparin concretó una maratón de seis días en Malvinas para llevar un mensaje de paz.Dos amigos lo acompañaron en una camioneta 4x4 con todo lo necesario para ayudarlo: con mapas, con zapatillas aptas para los distintos suelos, con ropa seca, con comida, con agua, con mucho cariño.
El plan estaba trazado: el primer día iba a unir Puerto Argentino con Fitz Roy; el segundo, Puerto Argentino con Arroyo Malo; el tercero, Puerto Argentino con Monte Longdon; el cuarto, Puerto San Carlos con Darwin; el quinto, Darwin con el cementerio argentino; y el sexto, el cementerio argentino con el británico. En total, correría cerca de 280 kilómetros para unir Malvinas.
El portal de noticias de LaNación le realizó una entrevista a Scomparin para que relato que sintió en su maratón por nuestras Islas Malvinas.
- Hace mucho que imaginabas esta carrera, este viaje. ¿Fue como lo pensabas?
- La verdad es que no. Hay tan pocas fotos de Malvinas, del suelo, que era difícil estar seguro de algo. El terreno era muy sinuoso, tenía muchas subidas y bajadas. Además, el clima fue muy cambiante: estaba nublado, después salía el sol, desmejoraba, se ponía fresco, volvía a mejorar, llovía, caía granizo y a los 400 metros cambiaba de nuevo.
- ¿Pudiste respetar el plan tal cual lo habías armado?
- Hubo algunas contingencias. El primer día era el recorrido que más me preocupaba porque los dos memoriales para mí estaban en un lugar pero había varias versiones. Al final, estaban a 23 kilómetros de donde creía. En los mapas no estaba claro y los carteles en los caminos son muy chicos. De hecho, mis amigos se perdieron.
El segundo día tenía planificados dos caminos. Pero elegí el más corto, el de 38 kilómetros. Sin embargo la Policía nos advirtió que había una zona complicada para transitar en ese tramo.
El miércoles, el tercer día, me perdí. Salimos de Puerto Argentino, llegamos a Monte Longdon y ahí teníamos que dejar la camioneta porque no se puede entrar, hay que caminar. Hay pastos muy altos, la tierra empantanada. Y empecé a caminar. En una me doy vuelta y veo a uno de mis amigos detrás de una andanada. Sigo caminando y de repente vuelvo a mirar para atrás y ya no veía nada, no sabía por dónde volver, todo el paisaje es similar y atravesaba una andanada y tapaba lo que había antes. Estuve dos horas perdido.
El cuarto día lo hicimos como pensábamos. Pero todo cambió cuando entramos por primera vez al cementerio argentino. Ahí decidimos que el resto de los recorridos los íbamos a terminar ahí.
- ¿Qué fue lo que más te llamó la atención?
- Me sorprendió el silencio. Corría y lo único que escuchaba era el ruido de mis pasos. Suelo usar un reproductor mp3 cuando corro largas distancias. Pero el primer día la batería me duró casi nada y el segundo no lo podía hacer arrancar. Por algo fue. Era silencio, silencio, silencio. Pasamos por una zona de molinos, esos que suenan, con aspas que hacen ruido, y no se escuchaba nada.
- ¿Y qué se te cruzaba por la cabeza cuando corrías?
- Sentía que estaba poniendo el cuerpo donde muchos otros lo habían puesto antes. En muchos lugares trataba de imaginarme qué había sucedido ahí. Además, pensaba en lo que una vez me había dicho un chico que había corrido un maratón en Malvinas y que me aseguraba que sacaba energía sin saber de dónde. Y mi novia me lo había advertido: "Cuando estés allá, te van a aparecer fuerzas que no sabías que tenías". Y fue así; en ningún momento, salvo en ultimo día que estaba con dolores, me sentí mal. Todos los días fueron normales, no tuve una sola ampolla. Es increíble. Terminaba cansado pero entero.
- ¿Los trataron diferente por ser argentinos?
- No, lo único que pasó fue que cuando llegamos se nos acercó la Policía para explicar normas de convivencia, lugares a los que ir, cuáles evitar. Eso pasa siempre. Nos dijeron que tratemos de no mostrar banderas en Puerto Argentino porque puede irritar a la población. También que en el cementerio argentino tengamos cuidado porque van turistas británicos y nos avisaron de evitar los pubs porque pueden empezar las discusiones con el alcohol.
- ¿Cómo fue la convivencia con los isleños?
- Nos sorprendió, fueron muy amables. En las rutas, que son solitarias, si alguien pasaba, bajaba la velocidad a ver si necesitábamos algo. Nos pasó todos los días. Y nos pasó algo increíble también: el administrador del hotel era un militar retirado y conocía bien la zona. Nos ayudó mucho. Nos contó cosas que no sabíamos. Y vivimos algo que me impresionó: yo me di cuenta que quería conocer Darwin cuando a los 16 años le hice una entrevista para una revista del colegio a Ítalo Piaggi, un jefe militar que había escrito el segundo libro que leí sobre Malvinas, Ganso verde. Un día, cuando el empleado del hotel nos acompañaba a recorrer, nos muestra la casilla en la que Piaggi firmó la rendición y automáticamente empezó a decir que era un gran hombre, un gran soldado. Entonces le dije que yo lo conocí y que falleció. Y se puso triste. En ese momento yo sentí que Piaggi nos estaba acompañando.
Scomparin en Malvinas |
- Antes de viajar, ¿se pusieron en contacto con vos familiares de soldados?
- Mi novia me había dado una carta del padre de una compañera de trabajo cuyo hermano está enterrado en Darwin. Así que un día fui y puse la carta en su tumba. Al otro día, cuando volvimos, vivimos otro momento especial: hasta ese día no teníamos recuerdo de ningún animal. De repente, apareció un pájaro y empezó a llamarnos desde una de las 237 tumbas. Llamaba, picaba las piedras, las flores, se posaba arriba de la tumba y cuando me acerco veo que era la misma donde había dejado la carta el día anterior. Se me heló la sangre.
- ¿Viviste más momentos como ese?
- Sí. El primer día, cuando estábamos llegando a Fitz Roy, a los memoriales, aparecieron tres caballos salvajes que me empezaron a escoltar. Llegué y se quedaron ahí con nosotros, nos miraban. Se acercaron hasta quedar delante de la camioneta. En ese lugar, fallecieron más de 50 soldados británicos y tres pilotos argentinos. Tres caballos, tres pilotos.
Alejandro Scomparin en el cementerio militar de Darwin donde yacen los héroes argentinos de Malvinas |
- ¿Cómo fue la última carrera?
- La llegada al sexto día fue especial. Nos abrazamos los tres. Todo lo que pasamos en el cementerio fue emocionante. Cantar el himno y llegar a las estrofas que dicen "O juremos con gloria morir" estando en ese lugar es muy fuerte. Porque ellos cumplieron el juramento.
- ¿Cumpliste tu objetivo?
- Sí. Y no volvimos siendo las mismas personas. Uno viene con una carga energética deferente para enfrentar la vida. Muchas veces en la vorágine de la rutina uno se pierde, se olvida y no piensa en las pequeñas cosas que la vida te regala. Haber aportado un granito de arena bastante chico en todo lo que sucedió en la guerra y que haya podido ser un bálsamo para tanta gente que todavía no quiere hablar de lo que sucedió nos hace inmensamente felices. Queríamos decir gracias a toda esa gente.
Alejandro Scomparin y sus compañeros |
0 comentarios :
Publicar un comentario