La intención británica de bombardear Córdoba
Thatcher amenazó lanzar un ataque nuclear en Argentina Continental
La ex primer ministro de Gran Bretaña Margaret Thatcher estaba dispuesta a usar armas nucleares contra el territorio argentino en el marco de la Guerra de Malvinas en 1982, según revela un libro sobre el ex presidente francés Francois Mitterrand.
La intención de Thatcher de usar cargas nucleares para definir la guerra por las Islas Malvinas fue abortado por la decisión de Mitterrand de colaborar con la “Dama de Hierro” y proporcionarle información sobre las armas que Francia le había vendido a Argentina.
Esta versión está contenida en un libro que firma Ali Magoudi, psicoanalista del presidente francés en ese tiempo, y que brinda nuevos datos la guerra en el Atlántico Sur.
En el texto, se sostiene que Francia colaboró con Gran Bretaña entregando información vital sobre los códigos secretos de los misiles Exocet que Argentina adquirió a principios de la década del ochenta.
Con estos datos los misiles franceses quedaron “sordos y ciegos” y fueron facilmente anulados por la defensa británica que había sufrido en carne propia la efectividad de esta arma cuando fue hundido la frágata Sheffield.
Mitterand en esas consultas con su analista debatía su preocupación por el sentido de esa guerra y la “tosudez” de la premier inglesa, que “amenazó” con lanzar un ataque nuclarae al territorio argentino si Francia no colaboraba. Mitterand definió en esa sesiones a Thatcher como “una mujer desenfrenda” y acotó según el libro de Ali que “Ella está furiosa y me acusa a mi de este nuevo Trafalgar (por el hundimiento de la fragata). Me vi obligado a ceder, ella tiene ahora los códigos. Si se sabe que los franceses neutralizan las armas que venden, será un tema serio para nuestras exportaciones”.
Luego del hundimiento del crucero General Belgrano, el 2 de mayo de 1982, cuando estaba fuera de la zona de exclusión impuesta arbitrariamente por Gran Bretaña en la zona de Islas Malvinas, la Argentina contraatacó con un certero ataque contra el Sheffield, una de las principales naves de los británicos, que se hundió con un certero misil disparado desde un avión Super Etendart.
Este ataque puso en alerta a Thachert, quien temió que la operación destinada a expulsar a los argentinos de las islas fuera un fracaso. En ese escenario, la primer ministro “presionó” a Mitterrand quien reveló los códigos de esos misiles y torció el destino de una batalla desigual.
El presidente francés, de origen socialista, fue el primer mandatario en dar apoyo a Gran Bretaña luego de la invasión argentina, inclusive antes de que Estados Unidos, con Ronald Reegan, hiciera lo propio.
Sin embargo, en el mismo momento del ataque a la fragata inglesa, Thatcher decidió el envio de cuatro submarinos nucleares a la zona de conflicto, y según investigaciones posteriores realizadas por el Partido Laborista inglés, tenían como objetivo lanzar una bomba nuclear sobre Córdoba, si la situación de la guerra se complicaba para Gran Bretaña.
Mitterand se quejó en esas sesiones de terapia la actitud de la inglesa de ir a pelear por “unas pequeñas islas poblada por tres ovejas peludas y congeladas”.
“Afortunadamente cedí ante ella. Garantizo que de otro modo, el metálico dedo de la dama hubiera oprimido el botón”, afirmó el presidente galo, según cita el libro “El Psicoanalista de Mitterrand”.-(Seprin 2 de abril de 2012)
EL POLEMICO LIBRO INGLES SOBRE LA GUERRA : SEGUNDA PARTE
Malvinas
Los barcos ingleses tenían armamento nuclear “por cualquier eventualidad”
El jefe de Defensa inglés temía que submarinos rusos apoyaran a Argentina. Aunque Thatcher se oponía a la opción nuclear y su uso era “improbable”, conservaron las armas hasta el final del conflicto.
Las fragatas Brilliant y Broadsword se sumaron a la Fuerza de Tareas, cada una de ellas con dos cargas nucleares de profundidad adecuadas para su transporte vía helicópteros Wasp y Lynx. Los dos portaaviones ya llevaban armas similares. También había en el mar cargas de entrenamiento (que a pesar de ser carcazas vacías parecían réplicas exactas de las vivas y tenían por objeto la instrucción terrestre y el manejo y carga de vuelos), y cargas de vigilancia, que también eran inertes y se usaban para monitorear el uso de las armas. Tales cargas se encontraban en tres destructores y tres buques logísticos (…).
Después del conflicto se sugirió que se había considerado seriamente la alternativa nuclear. En un informe se señaló que el tema se había analizado en estudios internos tempranos y se citaron declaraciones de una fuente que habría dicho: “Sin duda la opción nuclear fue una de las alternativas que se estudiaron el 2 de abril (…).”
Cuando se dio a conocer ese informe, una investigación oficial no pudo hallar trazas de tal estudio. Es probable que el uso de armas nucleares haya aparecido en un primer borrador de las principales opciones y que se lo haya retirado casi de inmediato. No encontré referencias a ningún tipo de consideración respecto del uso de armas nucleares. Es algo que nunca se tomó en serio como posibilidad realista.
Tampoco hay en los archivos ningún indicio que abone la teoría que también apareció en la revista New Statesman de que un submarino de misiles balísticos Polaris llegó hasta la isla Ascensión (al sur del Atlántico), a los efectos de amenazar o de llevar a cabo un ataque nuclear demostrativo contra Córdoba, en el norte de Argentina, ante la eventualidad de la pérdida de un importante buque (…). Se dijo que los detalles de la operación “figuraban en telegramas confidenciales que se enviaron a la embajada británica en Washington.” No encontré tales telegramas.
Si bien nunca se pensó en una utilización nuclear estratégica, la posibilidad de un uso nuclear táctico no se descartó con tanta rapidez. (El jefe del estado mayor de Defensa, almirante Terrance) Lewin no había pedido cargas de profundidad nucleares, y no tenía planes de utilizarlas, pero se sentía inclinado a llevarlas al Atlántico Sur por cualquier eventualidad. El panorama en el que pensaba comprendía la posibilidad de que se involucraran submarinos rusos del lado argentino. Ese panorama no tranquilizaba a los civiles que estaban al tanto del tema. Cuando empezaron a presionar a favor de que se tomaran medidas para retirar las armas a la Fuerza de Tareas, empezó a desarrollarse en la mente de algunos almirantes una prueba respecto de si su juicio operativo quedaba desplazado. Así, mientras las principales influencias sobre la toma de decisiones fueron sobre todo logísticas y políticas, también estaba en juego una posibilidad operativa que se admitía improbable.
Los políticos no se mostraron impresionados ante esas posibilidades y compartían el nerviosismo de las autoridades en lo relativo a que el conflicto adquiriera proporciones nucleares. No querían llevar armas nucleares al Atlántico Sur, y cómo evitarlo fue uno de los temas que analizó el Gabinete de Guerra cuando se reunió por primera vez el 7 de abril (de 1982). La reacción inmediata fue que debía encontrarse la forma de descargarlas antes de que se iniciara cualquier tipo de combate.
Habría sido posible retirar por lo menos parte de las armas en Portsmouth, antes de que la Fuerza de Tareas partiera. Eso se barajó, pero no se lo podría haber llevado a cabo ni siquiera de forma semisecreta, y habría sumado entre cuatro y dieciséis horas a los preparativos en los muelles (…). Eso habría derivado en considerables demoras en un momento en que esa posibilidad no podía contemplarse. El 8 de abril el Gabinete de Guerra respaldó la propuesta del ministro de Relaciones Exteriores de que se descargaran las cargas de profundidad. Se consideró entonces una serie de opciones. (…) Era posible trasladar las armas de las fragatas a los portaaviones o a los buques logísticos, donde se las podría almacenar de forma más segura. Dado que no se podía dedicar un buque logístico al traslado de las armas de vuelta al Reino Unido, no tenía sentido que se las trasladara de los portaaviones a los buques logísticos. La alternativa era trasladar las armas a la Isla Ascensión, pero no había un depósito adecuado. Por otra parte, toda actividad en la isla Ascensión conllevaba el riesgo de la publicidad, y reducirlo mediante un desembarco nocturno aumentaría el riesgo de un accidente.
Con gran renuencia, los ministros decidieron que no les quedaba más opción que la de los portaaviones. El 11 de abril acordaron que el esfuerzo de retirar las armas provocaría una demora inaceptable de la partida de la Fuerza de Tareas hacia las Islas Malvinas.
Se decidió concentrar las armas en los portaaviones, donde se contaba con el depósito más seguro. En un primer momento las armas fueron trasladadas a los buques logísticos, antes de que se las llevara a los portaaviones, a los efectos de retirarlas lo antes posible de las fragatas. Eso significó que el Hermes trasladaba el 40% y el Invincible el 25% del total de las armas nuclearon de profundidad del Reino Unido al Atlántico Sur. Las cargas de vigilancia que llevaban el Sheffield y el Coventry también se transfirieron a los buques logísticos. De ninguna manera, insistía la primera ministra, los barcos que llevaran armas nucleares ingresarían a la zona de cinco kilómetros de aguas territoriales que rodeaban las Islas Malvinas, lo cual constituiría una posible violación del Tratado de Tlatelolco (de No Proliferación Nuclear).
Tras la pérdida de barcos producto de ataques aéreos argentinos a fines de mayo, pensar en las consecuencias que eso habría tenido derivó en la decisión de retirar las cargas de profundidad del Atlántico Sur. El 28 de mayo se decidió que las bombas de profundidad, así como las cargas de entrenamiento y vigilancia, serían retiradas de los barcos y devueltas al Reino Unido. La carga del Invincible volvió en el Fort Austin. No todo podía trasladarse con rapidez, ya que eso retrasaría el regreso de los barcos. Al Hermes le llevó hasta el 26 de junio “desembarazarse” de las cargas de profundidad y transferirlas al Resource, que volvió a Plymouth el 20 de julio.
Mientras se encontraban aún en el mar, se colocaron las armas donde pudiera almacenárselas con mayor seguridad. Si había un problema, los portaaviones eran más fuertes que las fragatas y tenían más recursos para hacer frente a un posible daño.
Se analizaron las peores posibilidades de ataques, como por ejemplo impactos directos de Exocet, y se llegó a la conclusión de que no había riesgo de explosión nuclear, que las armas no eran vulnerables al fuego ni a la detonación de explosivos de alto poder en los depósitos. Los equipos de Eliminación de Elementos Explosivos (EOD) de la Fuerza de Tareas no tenían experiencia en sistemas nucleares; los únicos especialistas se encontraban en Aldermaston. Por otra parte, un incidente en el mar no implicaría el mismo riesgo para centros poblados que un episodio en un puerto. Dado que sería imposible una reacción rápida, la principal preocupación fue asegurar una minuciosa evaluación antes de tomar cualquier medida. Si el accidente se encuadraba en la “categoría tres”, la más grave, ya que generaría contaminación radioactiva, no podría evitarse la publicidad negativa (…).
Otra cuestión era cómo debía manejarse el tema si se hacían preguntas. En determinado nivel, la posición era unívoca. Había una fórmula standard en el sentido de que nunca se confirmaría ni se desmentiría la presencia de armas nucleares en un lugar específico. El gobierno, por lo tanto, evitaría entrar en discusión sobre el tema. La única aclaración que se contemplaba, y que se brindaba en la forma de una respuesta parlamentaria, era que no había intenciones de utilizar armas nucleares en el contexto de las Malvinas. El 27 de abril, el vizconde Trenchard declaró ante la Cámara de los Lores que “no se contempla en absoluto el uso de armas nucleares en este conflicto.”
Tras el hundimiento del destructor de Tipo 42 Sheffield hubo especulaciones, que alentó la Unión Soviética, respecto de que el barco llevaba armas nucleares y que se lo habría hundido de forma deliberada para evitar la contaminación radioactiva. También se dijo que hubo que recuperar las cargas de profundidad nucleares de los barcos hundidos, el Coventry y el Sheffield. Se señaló que funcionarios de la embajada soviética en Buenos Aires habían difundido el rumor y que se citaba la aparición de una serie de pingüinos muertos como prueba de la contaminación nuclear. De hecho, la carga de vigilancia del Sheffield se había retirado a mediados de abril, y la del Coventry antes de llegar a San Carlos. La actividad de buzos alrededor de los restos del Coventry, que alentó la especulación, era consecuencia de su ubicación accesible y de la consecuente necesidad de retirar equipo confidencial. El Sheffield se hundió a una profundidad que no permitía el buceo.
La atención volvió a concentrarse en el tema nuclear en noviembre de 1982 con la publicación de una serie de cartas de un oficial de la marina real, David Tinker, que murió durante los últimos días de la guerra. Hacía referencia a lo que consideraba era una carga de profundidad nuclear a bordo del buque logístico Fort Austin (lo cual era muy posible). Eso llevó a por lo menos un periodista a obtener confirmación de que habían llegado cargas de profundidad nucleares al Atlántico Sur y que el Fort Austin las había reunido para devolverlas a Gran Bretaña. El principal efecto de esa versión, sin embargo, fue revivir la especulación errada respecto del Sheffield.
Cuando se les preguntó sobre la presencia de armas nucleares, los funcionarios británicos se atuvieron a la respuesta oficial de “no confirmar ni desmentir”. La cuestión del Sheffield llevó a una modificación de esa política después de la guerra (…).
En diciembre de 2003, luego de reiteradas preguntas de Rob Evans, periodista de The Guardian, sobre accidentes nucleares en el marco del Código de Práctica de Acceso a Información Gubernamental, el ministerio de Defensa en Londres admitió que se había llevado cargas nucleares de profundidad al Atlántico Sur, que se las había devuelto, y que en algún momento un contenedor había sufrido cierto daño.
http://seprin.info/
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