miércoles, 28 de septiembre de 2016

Malvinas : A 50 años de la "Operación Cóndor"


Malvinas:A 50 años del "Operativo Cóndor"

La acción nacionalista fue vista como heroica pero interrumpió las negociaciones por la soberanía de las islas.

El 28 de setiembre de 1966 (era como hoy también un miércoles), la dictadura encabezada por el general Onganía cumplía tres meses en el poder y parecía tener pleno control de la situación. Visitaba el país el Príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la Reina Isabel, el canciller Nicanor Costa Méndez debía hablar ante la Asamblea de la ONU en Nueva York y prometía avances en las conversaciones con Gran Bretaña sobre Malvinas y el ministro de Economía Néstor Salimei partía a la reunión anual del FMI en busca de respaldo al plan económico oficial. Pero un hecho espectacular alteró las previsiones: los primeros cables noticiosos informaban que “ ... un puñado de jóvenes argentinos, tras una audaz operación de comando cumplida a bordo de un DC-4 de Aerolíneas Argentinas en viaje a Río Gallegos, hicieron desviar la máquina hacia Puerto Stanley, ocuparon la isla, emitieron un comunicado y dieron a conocer una proclama.” Se ponía en marcha el Operativo Cóndor, un episodio inusual y resonante que sacudía al país y tenía inmediatas repercusiones externas.
Eran dieciocho jóvenes de entre 18 y 32 años los que abordaron el vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas que despegó del Aeroparque Jorge Newbery a las 0.34 con destino a Río Gallegos. El líder del grupo era el periodista Dardo Manuel Cabo, alias Lito, de 25 años, hijo del viejo dirigente metalúrgico de la resistencia peronista, Armando Cabo. Como varios de los miembros del grupo comando, había sido parte de la agrupación nacionalista Tacuara. Lo acompañaba su pareja la escritora y periodista María Cristina Verrier, de 27 años, la única mujer del grupo. Los demás integrantes figuraban como empleados, estudiantes y trabajadores metalúrgicos y se identificaban como miembros del Movimiento Nueva Argentina, un grupo fundado en 1961 en homenaje a los civiles y militares fusilados en junio del ’56, que reivindicaba la revolución del 4 de junio del ’43 y la doctrina nacional-justicialista.

Alrededor de las 6 de la mañana, utilizando las armas que habían introducido clandestinamente en el equipaje, los dieciocho “cóndores”, como se hicieron llamar, tomaron el control del vuelo y le ordenaron al comandante Ernesto Fernández García tomar el rumbo 1-0-5, hacia las islas Malvinas. Viajaban en el avión, además, el gobernador de facto de Tierra del Fuego, almirante José María Guzmán, quien trató de resistirse, y el periodista Héctor Ricardo García, propietario del diario Crónica y Radio Colonia, invitado por los jefes de la operación para cubrir el hecho.

Luego del aterrizaje, el grupo de jóvenes descendió de la aeronave empuñando sus armas, al grito de “las Malvinas son argentinas, ¡Viva la patria!”. Habían llevado siete banderas argentinas; cinco fueron colgadas en los enrejados que rodeaban la pista de carreras, una en el avión y otra en un mástil cercano. Ese mismo día, Costa Méndez debía presentar el reclamo argentino por Malvinas ante la ONU en Nueva York. Informado de los acontecimientos desde Buenos Aires, se ve obligado a añadir un párrafo en su discurso condenando la acción y pidiendo comprensión internacional.

Se venía de una batalla diplomática exitosa con la aprobación de la Resolución 2065, que había reconocido la existencia de una disputa por la soberanía de las Malvinas. Durante la gestión del gobierno de Arturo Illia se habían iniciado negociaciones directas con el gobierno laborista británico. Todo parecía indicar que podía abrirse un camino para avanzar hacia un acuerdo. Instalado Onganía en el sillón presidencial en junio del ‘66, Costa Méndez debía llevar adelante las negociaciones y preparar su primera presentación ante la Asamblea General.


En 48 horas, todo había terminado y los integrantes del grupo fueron detenidos y trasladados a Río Gallegos. Pero el objetivo se había cumplido. En Londres, las conversaciones anglo-argentinas previstas fueron postergadas y el gobierno británico expresó su más enérgica protesta. El diario Pravda de Moscú opinó que detrás de la operación se percibía la “garra del contraespionaje de Estados Unidos y la Central Intelligence Agency (CIA)”. El cometido, afirmaba el órgano oficial soviético, era impedir una mejora en las relaciones anglo-argentinas. La CIA, especulaba Pravda, habría fabricado la intriga, de manera que los nacionalistas argentinos ocupasen las islas a la llegada del príncipe de Edimburgo a Buenos Aires. Para esta operación, concluía el diario moscovita, “la CIA puso en marcha en la Argentina la organización fascista denominada Tacuara”. Las conexiones entre la cúpula de la UOM y el operativo también eran visibles. Según se cuenta, Cabo y Verrier habían retirado la noche anterior del sindicato metalúrgico un gran valijón donde llevaban alrededor de 25 pistolas y explosivos. Una versión indicaba que los pasajes, cuyo monto era de 360.000 pesos, fueron pagados por el dirigente portuario Eustaquio Tolosa. Otras fuentes señalarán como mentores intelectuales de la operación al general Osiris Villegas, referente del ala nacionalista de la dictadura, y el líder metalúrgico Augusto “el Lobo” Vandor; una convergencia de intereses entre sectores de las Fuerzas Armadas, organismos de inteligencia y grupos políticos que jugaban sus respectivas partidas en la interna del peronismo.


Lo cierto es que aquella “patriada” terminará trágicamente para la mayoría de ellos, entre la lucha armada, unos desde la izquierda otros desde la derecha peronista y la feroz represión que desatará la misma dictadura que volverá a Malvinas 16 años después, con el mismo canciller de aquel entonces. El Operativo Cóndor, recordado por muchos como un acto de afirmación patriótica, fue un anticipo también de las señales contradictorias, disputas intestinas, hechos de violencia y tramas ocultas del poder que se proyectarán a la política exterior provocando daños auto-infligidos a nuestro país.

Cómo siguieron su vida los protagonistas del Operativo Cóndor

Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, los dos militantes de la Juventud Peronista que lideraron el Operativo Cóndor, siguieron rumbos políticos bien diferenciados y terminaron en las facciones antitéticas que tuvo la tragedia de la Argentina de los años '70.

Cabo, tras recuperar la libertad, se incorporó a la filas de la izquierda peronista, primero en la agrupación Descamisados y más tarde sumándose a las filas de la organización Montoneros.

Cuando se encontraba en prisión por el Operativo Cóndor, se casó con María Cristina Verrier, con quien tuvo una hija.

En 1975, Cabo quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional por orden del gobierno de Isabel Perón y quedó alojado en la Unidad Penal Número 9 de La Plata.

En enero de 1977, se simuló el traslado de un grupo de detenidos al penal de Sierra Chica, y durante el viaje, Cabo resultó ejecutado en medio de un fraguado intento de fuga.

En tanto que Giovenco se sumó a las filas del grupo paramilitar de la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), vinculado a la Triple A, la organización que fundó José López Rega, ministro de Bienestar Social del tercer gobierno peronista.

Su muerte se produjo en 1974, en plena calle Corrientes, cuando llevaba una bomba en un portafolios.


Pedro Cursi y Edgardo Jesús Salcedo, otros dos integrantes del operativo, figuran hoy en la nómina de los detenidos desaparecidos de la última dictadura, mientras que Juan Carlos Rodríguez resultó ultimado por la Triple A.

Los militantes Aldo Omar Ramírez y Ramón Adolfo Sánchez murieron de causas naturales, una vez recuperada la democracia.

Además de Verrier y Karasiewicz, el resto de los partícipes de esta misión fueron Fernando José Aguirre, Edelmiro Ramón Navarro, Andrés Ramón Castillo, Juan Carlos Bovo, Víctor Chazarreta, Luis Francisco Caprara, Ricardo Alfredo Ahe, Fernando Lizardo y Pedro Bernardini.

Fuente Clarin - Télam

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