martes, 3 de mayo de 2016

Malvinas : el ataque al aviso ARA ¨Alférez Sobral¨


El bautismo de fuego del Aviso A.R.A¨Alférez Sobral¨

El Pequeño Titán de Malvinas

Diez años después de su incorporación a la Armada Argentina, el aviso ARA “Alférez Sobral” tuvo su bautismo de fuego durante la guerra con Gran Bretaña por las Islas Malvinas.
Sábado 27 de marzo de 1982. El Aviso A.R.A. Alférez Sobral, pequeño buque de la Armada Argentina cuya misión principal es la de llevar a cabo diversas tareas auxiliares, tales como remolques en el mar, balizamientos, apoyo a otras unidades y a las zonas costeras, etc, se encontraba en su apostadero de la Base Naval Puerto Belgrano.

Su Comandante, Capitán de Corbeta Sergio Raúl Gómez Roca recibió una orden perentoria: Alistar el buque y zarpar de inmediato. Convocado el personal y tras rápido reaprovisionamiento la unidad partió en horas de la tarde hacia el sur. Excepto el Comandante, ninguno de los 60 tripulantes conocía la misión impuesta.

Es difícil relatar la emoción vivida en aquellos días, principalmente porque parecía un sueño que, tras casi 150 años de usurpación del archipiélago, nos tocara intervenir en esa gesta."

El 1° de abril arribamos a Río Gallegos , fondeando frente a la ciudad. El día 2, en formación a bordo, nuestro Comandante comunicó a la tripulación que se había consumado la recuperación de las islas.Transcurridos nueve interminables días otra orden llegó. Nos trasladaríamos a Puerto Deseado para efectuar un reabastecimiento y luego ocupar posición al oeste de las lslas Malvinas.

El 17 de abril nos hallábamos en la posición asignada.

El sábado 1 de mayo. A las 17.30 horas, un avión Canberra de la Fuerza Aérea Argentina fue abatido aproximadamente a 100 millas náuticas (185 km) al norte del Estrecho de San Carlos. Ante este hecho, y en cumplimiento de la orden recibida, nuestro buque se destacó de inmediato para efectuar la búsqueda y el rescate de los dos tripulantes de la aeronave.

El Capitán Gómez Roca encaró resueltamente el peligro que implicaba internarse en una zona controlada por el enemigo, sabiendo que de producirse un encuentro, las posibilidades que tenía de salir airoso eran prácticamente nulas. Esa actitud decidida y valerosa, fue apoyada  por toda la Plana Mayor y Dotación, sin excepciones.


Entrada en combate

El 2 de mayo amaneció con tiempo borrascoso. Durante la mañana un mensaje alertó sobre la presencia de un Grupo de Tareas británico compuesto por un portaaviones y seis u ocho buques de guerra, operando en el área hacia la cual nos dirigíamos.

Llegó el atardecer, y con él una infausta noticia: el Crucero General Belgrano había sido torpedeado, pero a medida que transcurrían las horas y nos acercábamos al punto calculado para iniciar la búsqueda, la atención se centró en el intento de salvar a los dos hombres que se hallaban a merced de las aguas.

Casi a medianoche fuimos sobrevolados por un helicóptero no identificado, ordenándose entonces cubrir puestos de combate. La aeronave se mantuvo sólo unos instantes, alejándose luego para perderse en la oscuridad. Había algo muy claro: El enemigo nos había descubierto y no tardaría en atacar.

Se sabía a bordo que no recibiríamos ayuda debido a que no había otros buques argentinos en las proximidades. Como tampoco apoyo aéreo, cuando menos hasta la mañana siguiente. Como el mar estaba agitado y el violento movimiento del buque dificultaba el trabajo de los apuntadores de las armas, el Comandante decidió invertir el rumbo, de manera tal que recibiendo el oleaje por la popa nuestra unidad se mantuviera lo más estable posible.

Al acercarse otro helicóptero británico el Sobral abrió fuego, entablándose el combate. El cañón de 40 y las ametralladoras de 20 mm dispararon su munición, y si bien por la oscuridad reinante y el ya mencionado rolido y cabeceo del buque, no consiguieron hacer impacto, sí lograron que la aeronave enemiga se alejara precipitadamente, tomando distancia para ponerse fuera del alcance de nuestra artillería.

Minutos más tarde el Jefe de Artillería advirtió que por estribor se divisaban destellos. Desde el puente de mando, efectivamente, se observaron también pequeñas luces.

A primera vista, el Comandante, que no perdía las esperanzas de rescatar a los pilotos buscados, expresó con entusiasmo que podía tratarse de señales lanzadas por ellos. Pero instantáneamente el particular movimiento de las luces avistadas nos indicó que en realidad eran misiles que se aproximaban.

Todo ocurrió en pocos segundos. Un misil  impactó en la lancha, explotando y destruyéndola por completo, al tiempo que rociaba con esquirlas la superestructura. Los tres operadores de la ametralladora de 20 mm de estribor fueron heridos.

Otro misil pasó sobre el buque sin impactar. El Comandante ordenó abrir fuego cubriendo el sector desde el que provenía el ataque, aunque era imposible ver al enemigo debido a la oscuridad y a que éste efectuaba sus lanzamientos de misiles a máxima distancia, manteniéndose fuera del alcance de las armas del Sobral.

Al ordenarse el alto el fuego, se constató que las averías no afectaban mayormente, hasta ese momento, la seguridad náutica y navegabilidad de la unidad, pero las antenas y equipos de comunicaciones resultaron averiados, por lo cual estas quedaron interrumpidas. Enseguida se trasladó a los heridos a cubiertas bajas para su atención. Allí, en la cámara y camarotes de oficiales, el médico de a bordo había instalado su puesto de socorro y trabajaba sin pausa junto al enfermero.

Al observar que los ataques se producían con misiles, el Capitán Gómez Roca apreció, acertadamente, que el lugar de mayor riesgo era la superestructura, especialmente el puente de mando.

Ante ello, con el fin de proteger a sus hombres y considerando especialmente que por la distancia la que se encontraba el enemigo ya no sería posible combatir efectivamente con las armas propias, ordenó desalojar las cubiertas superiores y los sectores más expuestos, quedando en el puente solamente él y los tripulantes indispensables para conducir el buque. Esta difícil y heroica decisión, adoptada en los momentos de mayor tensión e incertidumbre, significaría luego la preservación de la vida de muchos de sus hombres, pero también su propia muerte en acción.

Bautismo de Fuego

A la 1:30 de la madrugada del 3 de mayo de 1982, a 70 millas al norte de las islas, el “Sobral” entró en combate con helicópteros Lynx británicos. Iba al rescate de pilotos de un bombardero Canberra de la Fuerza Aérea, derribado a unas 190 millas al norte de Puerto Argentino (capital de las Malvinas).

Un misil impactó de lleno en el puente, destruyéndolo totalmente, al igual que el cuarto de radio que se hallaba directamente debajo. El palo de proa cayó y las innumerables esquirlas provocaron averías diversas en toda la parte superior y media del buque, que se estremeció como si hubiera sido golpeado por una mano gigantesca. El sector de proa se llenó de humo y el penetrante olor de la explosión invadió los compartimientos, aumentando la ansiedad general.

Puente impactado del Aviso ARA ¨Alférez Sobral¨
Allí, en el interior de la nave, la fatalidad hizo que el Conscripto Roberto D’Errico, mientras era asistido de una herida sufrida durante el primer ataque, fuera alcanzado nuevamente por una esquirla que, traspasando dos cubiertas, terminó con su vida.

Algunos misiles impactaron en el buque y otros fallaron, pero el último fue certero y destruyó el puente de comando y la sala de comunicaciones, y terminó con la vida de su comandante, el capitán de corbeta Sergio Gómez Roca; del guardiamarina Claudio Olivieri, del cabo principal Mario Alancay, de los cabos segundos Daniel Tonina, Sergio Medina y Ernesto del Monte, del conscripto Roberto D’errico y del marinero Héctor Dufrechou.

A partir de ese momento, el segundo comandante, teniente de navío Sergio Bazán, herido en una pierna por una esquirla, se hizo cargo de una nave incendiándose, sin balsas sanas, con los elementos de navegación y comunicación destruidos y con la posibilidad de ser atacados otra vez.

Capitán de Corbeta Sergio Gómez Roca y Capitán de Navío Sergio Bazán, comandante 
y segundo oficial, respectivamente, del ARA Sobral.
“Había una radio portátil en la que se escuchaban varias noticias, entre ellas el hundimiento del “Belgrano” y el nuestro, pero afortunadamente estábamos a flote”, contó el teniente Bazán.

El buque logró ver la costa de Puerto Deseado el 5 de mayo y pudo amarrar esa noche.

El regreso a las costas continentales del heróico ARA ¨Alférez Sobral¨ del frente de combate
15 días después zarparon con la ayuda de un remolcador rumbo a la Base Naval Puerto Belgrano, donde llegaron a la tercera noche. Allí, el Arsenal Naval y la dotación del buque le reconstruyó su puente de comando.

El aviso ARA “Alférez Sobral” pudo seguir en servicio y aún hoy continúa navegando.


Desde su apostadero en la Agrupación Lanchas Rápidas de la Base Naval Ushuaia, donde llegó en 1978, cumplió con operaciones de rescate de náufragos, patrullaje de costas, apoyo logístico y actividades combinadas con la Armada de Chile.

Hasta que el 2 de febrero de 2010, el aviso se despidió del muelle militar “Augusto Lasserre”, en Ushuaia —su hogar durante 17 años—, y pasó a prestar servicio en la División de Patrullado Marítimo con asiento en la Base Naval Mar del Plata.



El puente de comando destruido se exhibe en el Museo Naval de Tigre.


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